De mujer a cangrejo hay solo un paso

11/30/20142 min read

Quiero dedicar esta entrada a varias amigas, pero en especial a una con la que me llevo 4 días y es tan cangrejo en todos los sentidos como yo 😉

Siempre he admirado a las personas que nacen con una seguridad innata en sí mismas. Personas que ya durante la adolescencia tienen una fuerza imponente, que creen que son capaces de todo, de conseguir lo que se propongan, y parecen no tener miedo a nada. La mayoría de estas personas lo hacen, consiguen lo que se proponen, y las admiro por ello. Son valientes, inteligentes, saben lo que valen y sacar partido de ello desde el principio.

Luego estamos el resto, las personas que con los años vamos aprendiendo a querernos, a valorarnos, a ponernos en nuestro sitio, a entender que el resto no tiene porque ser ni más ni menos que nosotros, pero cuesta, cuesta y mucho cuando no es innato en ti. Porque cuando tiendes a plantearte este tipo de cosas, siempre ves fortalezas en los demás que tú no tienes (o no sabes que las tienes). Pero vas creciendo, madurando, y te paras a pensar y construyes una base, y a partir de ahí, poquito a poco, piedra a piedra, creas tu autoestima. Esa que cuesta tanto de construir y a veces tan poco derrumbar. Y, entonces, aparece alguien, ese alguien que te importa qué piense de ti de una manera distinta al resto. Y no sabes por qué pero empieza a caer la torre, porque seguro que no eres lo suficientemente bueno o atractivo, porque seguro que va a encontrar a alguien «mejor», cuando nada de todo eso tiene porque ser cierto.

Pero es el miedo, ese inevitable miedo, el que nos hace meternos dentro de nuestro caparazón. Y entonces nos hacemos pequeños, sin dejar salir todo lo bueno que tenemos y que somos. Ahí dentro nos sentimos protegidos, a salvo porque ya no nos pueden hacer daño de nuevo. Sin tener en cuenta que como bien dice Fito «lo contrario de vivir es no arriesgarse». Creo que, aunque no siempre lo haya puesto en práctica, es importante arriesgar, dejarse llevar, no quedarse anclado en el miedo a sufrir otra vez, porque sí, en el caparazón se está a gusto, no sufres, no lloras, ríes, pero tampoco ríes de la forma en que lo harías si te decidieras a salir y la suerte se pusiera de tu lado.

Después de compartir una buena conversación me he decidido a escribir sobre esto, aunque llevaba días dándole vueltas. Y entre esas «casualidades» de la vida que me encantan, resulta que me he metido en youtube para escuchar música mientras tanto y, la primera sugerencia que me ha hecho, no he podido evitar incluirla en esta entrada…

Y sí, es exactamente lo que diría ahora…

Tengo razones para entenderte, tengo maneras de darte suerte, tengo 1000 formas de decir que sí, que todo irá bien 🙂 ¡Todo irá bien!