El perdón
Vicky Palm
9/28/20242 min read


Aprendimos a ver la vida en blanco y negro cuando las cámaras se negaban a recoger los colores reflejados en nuestras pupilas. Y decidimos obviar que existe toda una gama de grises deseando ser vista incluso a día de hoy.
Aprendemos a juzgar porque nos sentimos juzgados. Hay comentarios hechos en su mayor parte sin mala intención que nos calan como el agua de la lluvia, pero lejos de refrescar nos ahogan. Interiorizamos lo que está bien y lo que no lo está. Construimos de manera inconsciente una escala de valores que en muchos casos consideramos inamovible. Entonces la vida sopla y todo se tambalea.
Un día, algo ocurre y, lo que creías que eras se acomoda bajo la sombra de la duda que tanto te inquieta. Y ya no sabes muy bien quién eres. Si eres esos valores que considerabas los cimientos de tu vida o el velo que los cubre. No te deja apenas discernirlos. Pero que te da unas alas que te permiten volar y con ello explorar partes de ti que ni siquiera pensabas que existían.
Ahí es cuando te das cuenta de la cantidad de matices que te rodean. Y empiezas a entenderte, a tratarte con comprensión y con amabilidad. A aprender que a veces hay que arriesgar un poco para reconocerse. Y te das cuenta de que podrías haber caído en los mismos errores que, cometidos por otras personas, algún día te causaron tanto daño. Pero ya no duelen. Aunque eso no importa. Lo importante es que incluso llegas a entenderles. Porque manejar las emociones no es fácil, nada fácil. Me atrevería a decir que es infinitamente más complicado que aprender a sumar, en todos los sentidos. Entonces sonríes. Porque ya te has perdonado a ti misma. Y a los que te quisieron, pero no supieron cómo hacerlo.
Las relaciones pueden ser maravillosas por mucho que duelan. Por mucho que escuezan. Por mucho que hieran. Porque cuando sanan y te liberas, es cuando puedes querer a esas personas de verdad. Y qué bonito...