¿Ser encantador o ser un encanto?

7/30/20141 min read

¿No os ha pasado alguna vez que conocéis a una persona y os parece encantadora? Una de esas personas que tienen algo especial, que transmiten confianza en sí mismas, seguridad, alegría, y sin saber muy bien porque confías en ellas de inmediato. Y no solo es que confíes, es que incluso pones su opinión por encima de la tuya porque le admiras. Digamos que sufres una especie de enamoramiento de ese don que tiene, el don de ser una persona carismática. Una persona que te atrae, que te fascina. Y da igual que sea de tu mismo sexo o del sexo opuesto porque este «enamoramiento» se puede producir en cualquier caso.

Pero pasa el tiempo, y un buen día ves algo que no te acaba de cuadrar, y piensas que ha sido cosa tuya porque no es posible ya que esa persona es encantadora. Entonces el tiempo es lo que tiene, que sigue pasando… y otro día ves otra cosita más… y así, pasan los meses, incluso años y un día, de repente, como diría una buena amiga, se le cae la máscara. Lo bueno: que entonces ya no hay vuelta atrás.

Cuando consigues ver lo que hay tras ese perfil encantador es como si algo en ti se rompiera, porque no es posible que alguien con tantísimas cualidades te defraude, te engañe o te utilice. Y, entonces, te das cuenta de que te ha vuelto a pasar una vez más…

Creo que tenemos una tendencia natural a dejarnos conquistar por los encantadores de este mundo cuando, muy probablemente, nos iría mucho mejor si centráramos la atención en aquellas personas que, sin tener tanto carisma, son realmente un encanto.